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El Rito Francés, entre tradiciones y modernidad – última parte

 

Ludovic Marcos

La obra en azul-blanco y rojo

El Rito Francés ha estado desde entonces al servicio de iniciativas individuales, también del cumplimiento de un papel historico.  Ha sabido conservar la mejor de todas sus adquisiciones. En vez de verlo en medio de una confrontación entre tradición y modernidad ¿no resulta mejor acaso contemplarlo dentro de una evolución en la que una y otra –tradición y modernidad- se entrelazan ? ¿Acaso no figuraba este postulado entre las condiciones que marcaron su nacimiento o en la codificiación que experimentó en el siglo XVIII, y que se realizó bajo el prisma de ser una garantía de fidelidad y a la vez motor de la evolución en marcha ? Durante el siglo siguiente, en el que es apreciable la continuidad,  se fortalecerá gracias a los principios de democracia interna que incorpora, de libertad absoluta de conciencia y de reivindicación social. De hecho –y esto podrá verificarse en adelante- el retorno a los orígenes y la innovación son las claves de su dinamismo : Nunca ha sido más él mismo que cuando la preservación de su profunda identidad le ha permitido, en su siglo, expresar una viva exigencia por desarrollarse.

El Rito Francés tiene sobre sí más de 250 años de historia que son al mismo tiempo una continuidad y una concatenación de evoluciones. A partir de 1773, fecha de su creación, el Gran Oriente propondrá a las logias una primera version oficial, conocida hoy bajo la denominación del Regulador de 1801 (por la circunstancia de haber sido impresa en esa fecha), que refleja y armoniza los usos tradicionales que se han perpetuado hasta entonces, y que precisa el funcionamiento de las logias sobre la base de las prácticas que se siguen y de la regulación. La vision que viene a prevalecer es la de la soberanía y la de la democracia colegial y racional de la propia logia, articulada en torno a la figura del Maestro elegido. Los principios que inspiran los mecanismos de decisión y de elección para el ejercicio de los oficios, el examen de las candidaturas y las relaciones con la Obediencia, constituyen toda una innovación. A lo largo de los siglos XIX y XX estas innovaciones van a asentarse y dar paso a otras tendendentes a precisar y administrar las esferas de autonomía y soberanía de la célula base – el Taller-, la separación de poderes, los principios conventuales –asamblearios-, las relaciones entre dos « niveles » de grados (la universalidad de los tres primeros grados « azules » ya era una adquisición consolidada), la designación del poder ejecutivo, los derechos y deberes del masón, la creación de Regiones, el desarrollo de una Masonería « blanca » tendente ha crear un « sucedáneo religioso ». La Concepción francesa de la práctica de rito no es coercitiva : Los rituales promovidos a lo largo de estas épocas –el rito Murât de 1858, el rito Amiable de 1887, el Groussier de 1938 y 1955, este ultimo todavía en uso en lo esencial- se difunden como rituales de referencia. El Rito francés ha sido siempre y sigue siéndolo, manteniendo la unidad en lo esencial, un conjunto de matices que varían de una logia a otra.

Mandil VM RF Regulateur 1801 (1773)

Habrá sin embargo una evolución en bloque, a menudo a partir de iniciativas minoritarias que han terminado por generalizarse para ser seguidamente legitimadas. Esto afecta fundamentalmente a la forma de votar, de circular o pedir la palabra, a la sustitución de los tradicionales « vivats » por la aclamación republicana, a los continuos retoques operados sobre procedimientos y usos, por ejemplo la llevanza de los Libros de Arquitectura, la circulación de los Troncos, los sistemas de óbolos y excusas, así como los numerosos tanteos y cambios operados en las costumbres ligadas a la apertura y cierre de los trabajos (ya dice bastante todo cuanto se refiere al encendido de velas y a los usos en torno al Tapiz de la logia), los agapes, la evolución de la decoración de los templos, los múltiples usos funerarios, las tenidas blancas y ceremonias de consagración, de reconocimiento y adopción, la introducción de Marianas en los templos, las tenidas de los « Comités » (Colegios) –que han caracterizado un largo período comprendido entre los siglos XIX y XX- e incluso la importancia concedida a la Cadena de Unión (tras la Segunda Guerra mundial), las desapariciones o recuperación de oficios (es el caso, en nuestros días, de los Maestros de Banquete o de la Columna de Armonía), el modo de exponer las planchas o, para acabar, la manera de referirse a los Libros, principios superiores o símbolos visibles.

Los intercambios entre ritos y, a la inversa, los dispositivos de diferenciación voluntaristas (por parte del REAA), o el carácter aleatorio de algunas evoluciones merecerían igualmente ser destacadas.  No es este el espacio para entretenerse con la cuestión, pero de una manera general puede decirse que las instrucciones dadas desde arriba (mediante la difusión de circulares o nuevos rituales) permiten consolidar evoluciones –no se discute- pero también las provocan teniendo éstas cierto calado, dándoles además una expression común y duradera en el tiempo. Así sucederá con el abandono de la référencia al GADU, entre 1877 y 1887 y seguidamente el añadido de la lectura del artículo primero de la Constitución, tras la introducción de comentarios de facto totalmente novedosos a propósito de las Constituciones de Anderson de 1723 y, finalmente de un texto declamatorio para la Cadena de Unión. En lo que concierne a estos últimos ejemplos, la calidad y concision de las formulas tiene su importancia para entender su rápida asimilación. En la misma época, otros cambios, referidos en particular a la ceremonia de iniciación y a los aumentos de salario, tomarán algo más de tiempo para ser integrados por las logias, que en general se revelan más conservadoras y lentas a la hora de moverse en este terreno. Los cambios promovidos, marcados por la reintroducción de las pruebas físicas y, globalmente, por una didáctica simbolista, atestiguan el retorno a las fuentes del Rito Francés, más exactamente a la idea que se tiene en la segunda mitad del siglo XX.

El Rito Francés supo en su momento hacer un trabajo útil en el ámbito de los grados complementarios a la Maestría. La reflexión sobre este tema no puede separarse de la interrogación que en conjunto puede plantearse sobre la tradición y devenir de nuestro rito, y ello aunque haya que tener en consideración el hecho de que los « Grados de Sabiduría », consolidados en su estado original tras el paso de siglo y medio,  no han conocido una evolución histórica paralela a la del rito practicado en logia azul. Es con su despertar y la mecánica que se plantee para recuperar el « retraso », donde se la juega nuestra capacidad para proponer en el siglo XXI un Rito Francés vivo, una herramienta adaptada o no. La apuesta tiene calado.

Ya avanzada la mitad del siglo XVIII, poco tiempo después de la aparición del grado de Maestro, diversos escenarios ritualistas encontraron apoyo precisamente en este ultimo desarrollo, unos como variantes o episodios de venganza, otros encadrados en el marco de una óptica caballeresca, hermética o religiosa. La mayor parte de hecho dentro de una percepción « teatral » y elitista.

Pasado un tiempo de esplendor y de crisis, el Rito Francés clarifica y ordena un sistema en cuatro Órdenes. Se basa en principios de funcionamiento y en un contenido filosófico que son en sí mismos la prolongación de los que rigen en las logias. Después, una especie de Academia (el V Orden), que no tendrá tiempo para madurar, verá el día justo antes de la Revolución y dejará algún rastro incluso bajo el Imperio. A principios del siglo XIX, los Hermanos,  actuando bajo una óptica filosófica subversiva, prolongarán este sistema con un grado final, el Kaddosh, acreedor de un gran prestigio desde el siglo XVIII, y que el REAA colocó (junto con el RC en el nivel 18) en el corazón de sus sistema de grados. Rápidamente luego, lo sabemos, todo el conjunto sera « aspirado » por este dispositivo, pero esa es otra historia que bien merece para volver a hablar del tema, que nos detengamos a examinar ampliamente el valor e interés de un rito « francés » hoy en día, su vocación extra-obediencial e internacional, y sobre los equilibrios, dinámicas y expectativas que, para decirlo todo, alimenta.

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