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Francmasonería y Humanismo – 3/3 por Jean-Pierre Catala

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La Razón

El hombre ocupa una posición central en el pensamiento de los humanistas, sin embargo no se halla en el centro del universo.  Semejante afirmación que hoy resulta un tanto banal, le valió a Giordano Bruno ser quemado vivo y a Galileo casi otro tanto.  Algunas dignidades eclesiásticas católicas se han referido al humanismo reconociéndolo únicamente en tanto que concepto trascendental ligado a Dios,  y estimando que un humanismo ateo es algo insignificante e irrisorio. Tales afirmaciones no pueden menos que llamar nuestra atención, pues dejan entrever que el hombre no es nada si no cree en Dios.

Jean Pierre Catala en el Senado Francés V3

Con una interpretación diferente, André Compte Sponville demuestra que no existe un humanismo auténtico, un humanismo bien definido y absoluto, sino es el humanismo ateo. Así, nos dice: “El ateismo es un humanismo radical, un humanismo que no sólo coloca al ser humano en el centro de sus inquietudes, sino que va a erigirlo en un auténtico principio de todos sus valores.”

El humanismo consiste en respetar ante todo la vida. En palabras de Malraux: “Es verdad que la vida no vale nada, pero también que nada vale la vida”.

Son dos tesis la que se confrontan: la de los creyentes, que no ven el humanismo sino a través de la trascendencia, de la sumisión a una divinidad; y la de los agnósticos y los no creyentes, que ven el humanismo a través de la sacralización de la vida por sí misma, sin necesidad de recurrir a muletas metafísicas.

Estoy convencido de que el destino del ser humano es su soledad. Está sólo consigo mismo, sólo en el universo, pero la soledad es la contrapartida por su libertad.  La ausencia de voluntad divina da todo su sentido a la libertad humana y a su responsabilidad, y como consecuencia, al humanismo. Para Nietzsche el hombre es un fin en sí mismo y el único fin.  ¿Y no dice Camus que “el destino siempre es una cosa de hombres que ha de ser resuelta entre hombres”?

¿Qué definición podemos dar al humanismo? Sería muy cómodo remitirse simplemente a la divisa republicana: Libertad, Igualdad, Fraternidad. Tzvetan Todorov, en su obra El Jardín Imperfecto, ha apuntado una definición. Para él, el humanismo puede definirse como “la autonomía del yo, la finalidad del tú y la universalidad del “ellos”.  Tengo que ser el origen mismo de mi acción, tú debes ser su fin último, ellos pertenecen todos a la misma especie humana… Únicamente la reunión de los tres componentes permite hablar con propiedad del pensamiento humanista.” Se trata en definitiva de reconocer una dignidad idéntica en todos los seres humanos, el hombre es el fin último del hombre.

Para nosotros, Francmasones, la Francmasonería está íntimamente ligada desde siempre al humanismo y a sus principios.

El humanismo representa para nosotros una corriente cultural, científica, filosófica y en muchos aspectos, política. Esta corriente propone un modelo humano definido como una síntesis de cualidades intelectuales, morales, sociales y afectivas, características en sí de la propia naturaleza humana.

Para nosotros, Francmasones, el humanismo es ante todo una filosofía que coloca al hombre y a los valores humanos en la cima de todo. Esta filosofía se centra en todo pensamiento que pone en el primer plano de sus preocupaciones el desarrollo de las cualidades esenciales que potencialmente tiene todo ser humano.  Tiende a alcanzar la plenitud de un hombre que llega a ser más humano a través de la cultura y de su realización propia al valerse de la razón y emprender el camino de la conciencia propia. El humanismo se funda sobre el conocimiento del ser humano y la realización armoniosa de su naturaleza misma. Defiende con ahínco aquello que representa la mayor riqueza del ser humano:

Gracias a su independencia espiritual, a su libertad de movimiento y a su imaginación, se revela frente a todo aquello que lo hace servil o lo degrada. Esto le permite valorar al hombre partiendo de una concepción osada que no es otra que sostener que el ser humano se halla en posesión de unas capacidades intelectuales que carecen de límites.  Es necesario no obstante aprenderle a desarrollarlas y saber utilizarlas en beneficio del interés general.

El humanismo es también un estado de ánimo, un cambio de perspectiva en la percepción que el individuo tiene de sí mismo y del mundo en el que habita. Esto es lo que llamaremos humanismo político. Esto constituyó el inicio de un proceso de interacción entre el control corporal y los cambios sociales. Hablaremos también de la igualdad de derechos. El hombre, desde el momento en que ha adquirido su propia dignidad, no puede estar sometido a la dominación de nadie. Se diferencia especialmente de otros seres por la libertad e independencia de su pensamiento y de su conciencia. Queda liberado de todo prejuicio.

El humanismo es también una concepción filosófica de la antigüedad. Pensemos en Protágoras, cuyo planteamiento intelectual nos conduce a afirmar que el ser humano constituye el valor supremo absoluto. Él sostenía que “el hombre es la medida de todas las cosas”. Es así, a través de este humanismo presocrático, que a partir del propio ser humano y desde su punto de vista, se logra la plena definición tanto del bien como del mal, de lo verdadero y lo falso. Protágoras dice que es el hombre el que crea las diferencias en aquello que concierne al lenguaje, el saber, la sensibilidad, los colores o cualquier otra percepción… Luego vendrá Petrarca y el movimiento humanista del Renacimiento. La edad del oro del humanismo se sitúa en la historia a comienzos del siglo XVI, con figuras de la talla de Erasmo, Tomás Moro, Rabelais, Guillaume Budé o Montaigne. Este humanismo renacentista va a cultivar y favorecer la aspiración al conocimiento de las capacidades humanas, del mismo modo que la reflexión del hombre sobre sí mismo, aplicando en la práctica aquella famosa inscripción del frontón del Templo de Delfos, el famoso “Conócete a ti mismo”. El humanismo del Renacimiento se opondrá a cuanto constituya un obstáculo al desarrollo del espíritu y rechazará toda autoridad arbitraria. Los humanistas de este período apoyarán una educación liberal, caracterizada por el respeto de la personalidad y la ausencia de cualquier tipo de adoctrinamiento. La política se estructurará en función del amor al pueblo, el pacifismo y la voluntad de guardar un equilibrio entre los distintos poderes. Los humanistas del Renacimiento continuarán siendo teístas, aunque no perderán ocasión de manifestar su profundo desacuerdo con la jerarquía eclesiástica. Van rechazar el reconocimiento de los dogmas de la iglesia si bien no se posicionarán en contra de la religión: únicamente acabarán enfrentándose a las prácticas eclesiásticas. Será el humanismo en definitiva que dé lugar al nacimiento del protestantismo (Lutero) y a determinadas reformas de la iglesia romana que, por otro lado, se verá rechazada en la Inglaterra de Enrique VIII.

Serán luego continuadores de este humanismo renacentista Montesquieu, Voltaire, Diderot, D´Alembert… Los filósofos de la Ilustración. El movimiento de las Luces verá también nacer al mismo tiempo a la Francmasonería. Unos y otros, ilustrados y francmasones, querrán comprender el mundo y la vida mediante la observación y la experimentación. Rechazarán creer sin comprender y reproducir aquello que se transmite por la tradición sin realizar una verificación previa.  Utilizarán su espíritu crítico. Van a ponerlo todo en duda.

Para ellos las capacidades creadoras de la razón humana serán capaces de hacer mejores las condiciones de vida. Esta es la idea del progreso. La ilustración se colocará de este modo en oposición al obscurantismo propio de la Edad Media.  Esclarecidos por razón y conocimiento, los ilustrados van a combatir la oscuridad, el desconocimiento y la superstición sustentadas en el miedo y la ignorancia. La Filosofía de las Luces consiste esencialmente en una afirmación de la que surgirán una serie de nociones diferenciadas: La libertad de pensamiento, el libre arbitrio, la independencia, la tolerancia, el aperturismo y la curiosidad. “Sapere aude” es la divisa de la Ilustración, atreverse a pensar, tener la valentía de servirse del entendimiento propio.

Creada en 1717, la Francmasonería especulativa, valiéndose de sus logias y de sus miembros, contribuirá en buena medida a desarrollar las ideas filosóficas y la esencia de las reformas humanistas de la Ilustración en lugares políticamente estratégicos; nuestros principios y enseñanzas concentran todas las principales características de la filosofía humanista, en especial las del Siglo de las Luces.

¿Podemos preguntarnos si el humanismo tiene futuro?

Los Francmasones nunca tiene respuesta para todo. Trabajamos en las logias con el fin de intentar plantear buenas preguntas, debatir y tratar, si se puede, de hallar soluciones. Si el humanismo puede definirse como una filosofía basada en una determinada concepción del Ser Humano, digno, libre y responsable, respetuoso de sí mismo y de los demás; si el humanismo puede definirse como una moral del individuo, moral del libre examen, quizá sí podamos decir que tiene futuro. Pero si todos los Francmasones nos agrupamos al igual que los que no lo son, en torno a esta idea del hombre, entonces, fuera de nuestro Templo Masónico, fuera de esta sala, convendrá que todos trabajemos juntos para hacer que triunfe esta idea del Hombre y esta concepción del Humanismo. Quizá esta podría ser nuestra conclusión.

Cualesquiera que sean nuestros vínculos: los culturales, sociales, étnicos, genéticos, somos Seres Humanos y compartimos una determinada idea del Hombre. Lo resume una frase de nuestro Hermano Charles de Montesquieu: “Francés únicamente por casualidad pero necesariamente humano”, es decir, necesariamente respetuoso de todo Ser Humano en tanto que ser pensante, en tanto que ser libre, digno y responsable.

El Humanismo es una utopía, la Masonería es una utopía. Intentemos llevarlas a cabo juntos.

Voy a terminar con un pensamiento de Fernando Pessoa: “No soy nada, nunca seré nada, pero llevo en mí todos los sueños del mundo”.

En el nombre del Gran Oriente de Francia, en el nombre del Gran Capítulo General, les doy las gracias por haberme dedicado parte de su tiempo. Muchas gracias a todos.

Jean Pierre Catala

Muy Sabio y Perfecto Gran Venerable

La Rochelle, 4 de febrero de 2013

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